lunes, 25 de julio de 2011

acerca de la RETÓRICA DE ARISTOTELES

La Retórica de Aristóteles es un “arte”, es decir, un tratado teórico-práctico sobre un objeto concreto, en este caso la palabra persuasiva, el discurso retórico. Es decir, es un conjunto sistemático de conocimientos universales teórico-prácticos que rebasa el nivel de la mera experiencia.
Todo se puede investigar, sobre cualquier tema se puede primero acopiar los datos, “los hechos evidentes” (phainómena), como los llamaba Aristóteles, seguidamente teorizar sobre ellos, y, por último extraer de esa teoría conclusiones prácticas. No hay más que formular una teoría basada en los hechos y luego subrayar los puntos teóricos relevantes que permitan una inmediata aplicación práctica  de ella que resulte correcta y exitosa.
La necesidad de escribir un arte sobre la capacidad del lenguaje para persuadir surgió en Tisias de las circunstancias socio-políticas del momento en Siracusa.
A la caída de la tiranía sucedió en esta localidad, en el segundo cuarto del siglo V a.J.C., la instauración de un gobierno democrático que puso en marcha un nuevo sistema de procedimiento judicial: el de jurados populares elegidos por sorteo ante los que todo litigio habría de debatirse. En especial debían litigar  ante ellos los antiguos propietarios de tierras que, habiendo sido confiscadas por los tiranos, ahora, tras la instauración del nuevo régimen, las quisieran recuperar. (La retórica es, pues, hija del estado democrático y del interés económico que indefectiblemente  suscitan la propiedad, el dinero y el capital).
Para ello los litigantes debían manejar un argumento esencial en retórica, el «argumento de probabilidad», el eikós. Este concepto de la “probabilidad” encaja  muy bien en esa generalizada confianza en la razón que caracteriza  el espíritu de las “artes”.  Parte de la base de que el ser humano  suele obrar de una manera racional y predecible y que, a falta de pruebas o incluso por encima de pruebas dudosas o discutibles indicios, la reconstrucción de un hecho del pasado no puede hacerse sino a través de lo que parece “verosímil” o “probable”,  de  lo eikós.
También estudió la eficacia del variado ritmo de la prosa y de la construcción de períodos amplios y artísticamente desarrollados en los que se trataba de evitar el hiato (el hiato es la disonancia que resulta del encuentro de una vocal final de palabra con la inicial de la siguiente).
Otro manual de retórica o “arte” que  también  había reseñado Aristóteles en la mencionada Colección de Artes Retóricas era el de Teodoro de Bizancio, que trataba de las partes de que ha de constar un discurso (las canónicas eran cuatro para la oratoria judicial: proemio, narración, argumentación y epílogo) y la necesidad de introducir otras acompañadas a su vez de divisiones y subdivisiones.
De manera que cuando nuestro filósofo emprendió la escritura de su Arte Retórica, tenía ante sí y conocía perfectamente los tratados de sus predecesores en el empeño. De hecho había escrito una Colección de Artes Retóricas que podía tener ante los ojos a la hora de redactar su Retórica. Este procedimiento de tener por delante los datos, los hechos indiscutibles, los “hechos evidentes” (phainómena)  y la bibliografía de quienes han tratado previamente del tema que él se dispone a abordar es muy típico de Aristóteles, un singular ejemplar de filósofo, filósofo platónico y a la vez empírico, una combinación perfecta de opuestas metodologías  sumamente difícil de conseguir y de llevar a buen término.

No hay comentarios:

Publicar un comentario